viernes, 28 de abril de 2017

A PROPÓSITO DE LUIS IGNACIO AYALA

ESTRELLAS DEL BÉISBOL


Por Héctor Barrios Fernández


Hoy en día nos es común escuchar o leer que algunos jugadores firman contratos de varias decenas o centenas de millones de dólares en organizaciones del béisbol de grandes ligas, se dice rápido y fácil. Pero esto ha costado a algunos hombres, sobre todo a los peloteros y sus familias, sangre, sudor y lágrimas.

En el siglo XIX, Moses Fleetwood Walker, fue expulsado del béisbol de grandes ligas por el sólo hecho de ser de piel negra. Jackie Robinson luchó para ser aceptado en el béisbol de ligas mayores con los Dodgers de Brooklyn, así como Larry Doby con los Indios de Cleveland, otros como Hank Greenberg batallaron por ser descendientes de judíos, Roberto Clemente sufrió para poder establecerse, Andy Messersmith y Dave McNally tuvieron que ir a las cortes para hacer valer sus derechos y no hay que quebrarse mucho la cabeza para encontrar este tipo de lamentables situaciones.

En nuestro país la cosa no ha sido diferente. Jugadores expulsados de por vida por atreverse a exigir sus derechos, el mismo Héctor Espino negándose a reportarse a la organización de los Cardenales de San Luis por no recibir lo que él consideraba justo, lo que seguramente lo privó de jugar y triunfar en grandes ligas, el mismo Espino negándose a jugar con los Naranjeros de Hermosillo en 1968 por defender su salario y súmele Usted.

Así que los sueldos millonarios, los fondos de retiro, la atención médica, los hoteles  cinco estrellas, bonos por rendimiento, etc., no son obra de la casualidad, ni son caídos del cielo, se deben a la lucha y exigencia constante de los peloteros los cuales están organizados en sindicato, al menos en grandes ligas.

Me viene a la mente uno de los casos más sonados (sin que quiera decir que los anteriores son poca cosa) dentro del béisbol.

Los Cardenales de San Luis habían ganado la serie mundial de 1967 y el título de la Liga Nacional en 1968, en parte gracias a su co-capitán Curt Flood, quien había sufrido amargos momentos en ligas menores, hasta llegar a convertirse en el mejor jardinero central del béisbol, ganador de siete guantes de oro por su brillante fildeo.

Flood pensaba que lo había hecho lo suficientemente bien y que al finalizar la temporada de 1968, él estaba más que justificado para solicitar un aumento de 30 000 dólares para el año siguiente.

El dueño de los Cardenales August “Gussie” Busch, de setenta años de edad, dueño de un imperio cervecero, había aplastado cualquier intento de organización por parte de sus trabajadores en su compañía cervecera y tenía poca simpatía por los jugadores que se atrevieran a hacer una evaluación acerca de su valor.

Busch estaba indignado por la solicitud y atrevimiento de Flood, él ya pagaba los salarios más altos de la Liga Nacional, según decía. ¿Qué estaba pasando con el béisbol? ¿Qué le estaba pasando al país?

Busch estaba frecuentemente enojado aun en tiempos tranquilos, pero la Asociación de Jugadores había incrementado su acostumbrada tirria y cuando el entrenamiento de primavera finalmente se puso en marcha, llamó a una reunión especial para sobajar a sus jugadores, asegurándose de que los reporteros deportivos estuvieran presentes para que publicaran su humillación.

El país completo se estaba yendo al infierno, les dijo que las virtudes, la lealtad, responsabilidad, el trabajo duro, estaban siendo olvidados. Los jugadores de béisbol estaban estropeados, chiqueados, sobre pagados.

“Si ya no lo sabes” gritaba, “Te lo voy a decir ahora mismo… los aficionados consideran que tuvieron altas consideraciones para el juego y los jugadores. Muchos aficionados están diciendo que nuestros jugadores están gordos, que ellos sólo piensan en el dinero y no en el juego”.

Si este exhorto tenía la intención de inspirar a su equipo, tuvo un efecto opuesto al que se proponía. Los Cardenales cayeron al cuarto lugar y Curt Flood tuvo un año menos que excepcional, el cual fue la excusa que Busch necesitaba para echarlo de su equipo y de su vista.

En octubre de 1969, Flood recibió una grosera llamada telefónica de parte de un oficial menor de la oficina de los Cardenales: después de 12 años en San Luis y sin ninguna consideración, fue cambiado a Filadelfia como parte de un trato de siete jugadores.

Los Filis eran un equipo de segunda división. Flood tenía 31 años de edad, había sido cambiado ya una vez y no deseaba mover a su familia de nuevo o dejar atrás sus intereses. Especialmente Flood no quería finalizar su carrera ante multitudes que celebraran que jugara fuerte ante jugadores negros.

Flood era un hombre sensible, era un artista de la fotografía entre las temporadas y un pensador independiente, completamente consciente de los cambios que sucedían alrededor de él y del béisbol. Años más tarde, él explicó lo que pasó por su mente ese otoño.

Creo que realmente tienes que entender quién es esa persona, quién fue Curt Flood. Soy un niño de los sesentas, soy un hombre de los 60’s. Durante ese período de tiempo este país estaba cambiando. Estuvimos en el sureste de Asia.

…Hombres buenos estaban muriendo por nuestro país y por nuestra constitución. En el sur de los Estados Unidos estábamos marchando por los derechos civiles y el Dr. Martin Luther King había sido asesinado y habíamos perdido a los Kennedy. Y pensar que yo era simplemente un beisbolista profesional, podía ignorar lo que estaba sucediendo fuera de las paredes del estadio Busch era verdadera hipocresía y ahora encontraba que todos estos derechos por los que los estadounidenses estaban muriendo, no los tuve en mi propia profesión.

Flood decidió que no reportaría al campo de entrenamiento de los Filis. En lugar de eso, el 24 de diciembre de 1969, escribió una carta a Bowie Kuhn, comisionado del béisbol.

Estimado Señor Kuhn:
          Después de 12 años en las ligas mayores….                        
Continuará…

Tomado del documental “Baseball” de Ken Burns.
                                                              
                                                                           barriosbecerra@prodigy.net.mx


  

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